En marzo de 1995, la economía del país se hallaba en un pozo del que era imposible salir bajo la conducción de una política diseñada para blindar a los grandes capitalistas nacionales y extranjeros. Sin reservas internacionales y con la peor devaluación del peso en una década, el entrante gobierno de Ernesto Zedillo necesitaba con urgencia elevar sus ingresos. La solución no fue otra sino castigar la de por sí maltrecha renta familiar. Comenzó entonces un cabildeo legislativo para elevar en 50 por ciento el Impuesto al Valor Agregado. La batalla dentro del Congreso culminó el 17 de marzo de aquel año. Pero más allá de la devastación de millones de hogares, el acto quedó en la memoria colectiva gracias al gesto de Humberto Roque Villanueva, entonces coordinador de los diputados del PRI. La roqueseñal pasó a la historia como uno de los símbolos que retrata a una generación de políticos que en cuatro décadas ensanchó los márgenes de pobreza a dos terceras partes de la población.
“Este diputado hace esa seña majadera porque finalmente logra que el IVA aumente del 10 al 15 por ciento. Hablamos de un impuesto totalmente regresivo, porque impone una tasa igual para quien gana tres pesos que para quien gana 50 millones, pero este señor lo festeja de esa manera vulgar, como si se tratara de una victoria a favor de los ciudadanos”, dice la profesora-investigadora de la Universidad Autónoma de México (UAM-Azcapotzalco) Guadalupe Huerta Moreno. “Recuerdo otro momento, cuando se aprueba la reforma energética (con Enrique Peña Nieto). La iniciativa era inmensa y me llevó días estudiar su contenido. Pero los diputados llegaron sin leerla, prácticamente de un día para otro. Entraron levantando la mano y diciendo con gran cinismo que votaban por México. Estos dos momentos recogen para mí la forma en cómo los partidos dejaron de responder a las demandas de la sociedad, para defender los intereses de los grupos de poder económico”.
P.- Los mercados han reaccionado con nerviosismo ante el triunfo aplastante de Morena. Los analistas abordan el tema como producto de la vuelta a un sistema con partido hegemónico, como el PRI de los 80s. Por lo que dice, parece que no lo ve así.
R.- Hay una diferencia fundamental para decir que no es lo mismo. Radica en que como sociedad somos muchísimo más exigentes, y en que ya aprendimos que en el voto tenemos la capacidad de quitar y de poner gobiernos. En ese sentido creo que el hecho de que Morena tenga una mayoría calificada en el Congreso, lo que va a permitir es que estas modificaciones, que además se requieren en el país, se lleven a cabo, y en la medida en que haya beneficios para la sociedad -como lo ha habido- no le veo mayor problema en que haya una mayoría calificada.
P.- Los indicadores de la economía son positivos, y sin embargo persiste la crítica y el miedo. ¿Cuál es su evaluación sobre la política económica instrumentada por este gobierno?
R.– Yo creo que es una política económica que se ubica dentro de un esquema ortodoxo. No lo digo como crítica, lo digo como un rasgo. Quien diga que este gobierno está en contra del capitalismo o está en contra de las empresas, está totalmente equivocado. Todas las políticas, por ejemplo de austeridad, de control del déficit público, de mantener el tipo de cambio flotante, son políticas de tipo ortodoxo. Sin embargo, el gobierno de Andrés Manuel López Obrador tuvo la gran virtud -dentro de este esquema que es muy estricto en términos del manejo de la política macroeconómica- de encontrar los puntos que pudieran dar mejoría a las condiciones de vida de la población, cosa que no había sucedido antes.
P.- ¿Por ejemplo?
R.- El caso del empleo y el salario. El salario había estado durante décadas castigado en este país, desde los años 80, y es con López Obrador cuando empiezan a plantearse los aumentos salariales. Él toma la gestión en 2018, estamos en 2024, y del año anterior a este año el salario mínimo general creció el 20 por ciento, y si consideramos todo el periodo, creció 110 por ciento. Es decir, él tomó en 97.4 pesos el salario mínimo general -no me refiero al de la frontera- y está terminando con 248 pesos, que es un gran avance. Es uno de los elementos que ha permitido la recuperación en muchos sentidos de la capacidad adquisitiva. Si a ello sumamos el manejo de la inflación que ha habido, tenemos una política monetaria totalmente ortodoxa. Se llama el modelo de objetivos de inflación. No lo hemos alcanzado, el objetivo, que es más o menos del tres por ciento, pero finalmente ha habido una reducción en los niveles de inflación y eso ha permitido que haya una recuperación del nivel salarial importante, que la gente se sienta un poco más satisfecha. Sumemos también toda la estrategia de política social, de transferencias directas y esta pensión no contributiva que tiene que ver con el apoyo a los adultos mayores. Con ello se muestra que a pesar de la ortodoxia sí puede haber un manejo de variables que tengan un impacto social importante, y eso me parece que explica mucho el éxito del gobierno.
P.- Una de las críticas persistentes tiene que ver con la recuperación de la soberanía energética, básicamente con Petróleos Mexicanos y la Comisión Federal de Electricidad. Usted ha estudiado por años el tema. ¿Cuáles diría que son las fallas y los aciertos de esta política?
R.– En el caso de Petróleos Mexicanos habría que recordar que durante años fue, para los gobiernos anteriores, una especie de caja chica. No quiere decir que en este gobierno no se haya hecho uso de los recursos que genera el petróleo, pero se ha hecho en menor medida. La parte fundamental de los ingresos se han nutrido de una estrategia de recaudación fiscal muy importante.
P.- La deuda de Pemex asciende a más de 110 mil millones de dólares. Si bien no aumentó significativamente durante el sexenio, es una deuda inmensa.
R.– Es una deuda bastante abultada, y seguramente el gobierno de la doctora Claudia Sheinbaum estará obligada a realizar ajustes para ir reduciéndola. Pero es importante hablar al mismo tiempo del esfuerzo por tratar de reconvertir la parte de la refinerías. Mucha gente piensa: ¿Para qué vamos a refinar petróleo si ya estamos en una tendencia en la cual los combustibles fósiles van de salida? No. Los combustibles fósiles no van de salida. Las estimaciones, por lo menos hasta mediados de este siglo, señalan que el uso del petróleo como fuente primaria de energía.
En el caso de la Comisión Federal de Electricidad, si hubiéramos avanzado con una estrategia de privatización, estaríamos llorando. Veamos lo que pasó en Europa a raíz de la privatización de los sectores eléctricos. Durante la pandemia la gente ha estado pagando en Francia, en España, en Inglaterra, tarifas por la energía eléctrica altísimas. Cuando uno ve aquí su recibo, hay un componente importante, que es el subsidio del gobierno federal. ¿Qué pasaría si estuviera en manos de empresas privadas? Ese subsidio inmediatamente lo quitarían, y entonces habría gente en regiones del país -del sureste o del norte, que son sumamente extremosas- decidiendo entre comer y pagar las tarifas eléctricas.
P.- Necesariamente habrá que reconvertir las fuentes de generación. ¿Cómo visualiza el futuro energético y su repercusión en la economía?
R.– Se está haciendo un esfuerzo importante de transformar el mix eléctrico. Se ha ido avanzando hacia la generación de energía eléctrica por fuentes renovables. Pero no nos vayamos con la idea de que en un momento dado toda la energía se va a producir a partir de fuentes renovables. Eso no es posible, porque las energías renovables son intermitentes. La energía solar está generando energía mientras hay sol, y después hay que gastar en las baterías de almacenamiento, y las baterías de almacenamiento son caras. Y la eólica tiene el mismo problema: va a generar energía eléctrica mientras haya la cantidad de viento necesaria para mover los aerogeneradores, y esa energía se va de alguna manera acumulando en una batería para después usarse.
P.– ¿Esto, cómo posiciona a México en el concierto global?
R.– Apuntamos a dos cosas: soberanía energética que nos permita satisfacer la demanda con la calidad que se requiere, y esto nos deja un gran margen para avanzar en la atracción de mayor inversión extranjera directa. Ahora, la gente podría decir: Bueno, sí, pero la mayoría son reinversión de utilidades. Sí, pero esta reinversión de utilidades que se está dando podría no darse. Los agentes económicos se quedan y reinvierten en el país porque hay confianza, porque ellos saben perfectamente que este modelo económico les conviene. La clave es que el modelo económico que conviene a los capitales, también convenga a la sociedad.
P.– La agenda social parece incomodar a los dueños del capital. Si bien ligera, hay una depreciación de la moneda, además de la caída de la bolsa. ¿Es, como sostiene el presidente, algo que se magnifica por analistas y medios de comunicación, porque se trata de influir en la coyuntura del cambio de gobierno?
R.- Efectivamente he leído notas en el periódico en donde se dice que tenemos prácticamente una crisis cambiaria. ¡Caramba! Una crisis cambiaria fue en 1994, cuando prácticamente de diciembre a enero pasamos de tres pesos por dólar a seis pesos por dólar. Eso es una devaluación de 100 por ciento. Si tomamos del 2 de junio al 14 de junio, lo que ganó el dólar fueron 2.61 centavos. Entonces no hay una hecatombe financiera. Pero no sólo eso, tenemos reservas internacionales por cerca de 189 mil millones de dólares. Tenemos un programa de coberturas cambiarias liquidables por 30 mil millones de dólares, por si hubiera un movimiento un poco más amplio en el mercado financiero. Creo que aquí sí hay una estrategia de presión, porque muchos empresarios y grandes capitales ven como un riesgo la propuesta de reforma al Poder Judicial ¿Por qué? Porque al amparo del Poder Judicial también se hacen muchos negocios y muchas barbaridades y se cometen muchos abusos. Entonces ellos no quieren que les toquen esto, pero creo que conforme vayan pasando los días y los meses se va a ir viendo que a todos nos conviene también una Reforma Judicial. Que necesitamos que, así como exigimos cuentas públicas claras, mayores niveles de democracia, también exigimos un Poder Judicial muchísimo más eficiente.
Queremos un país de primer mundo con empresarios que no quieren pagar impuestos, aun cuando en términos impositivos tenemos un país que es bastante benigno. En México, la tasa del ISR es del 35 por ciento. En la OCDE es del 42.5 por ciento. Inclusive nuestra tasa de impuestos sobre la renta es más baja que la de Chile o la de Colombia. En términos de porcentuales en relación al PIB, nuestros impuestos son el 16 por ciento del PIB. En la OCDE son del 34 por ciento. En España es el 42 por ciento y en la Unión Europea el 41.7 por ciento. Entonces, uno de los esfuerzos que tendrá que hacer la nueva administración es mejorar no solo la capacidad recaudatoria, sino pensar en cómo se paga, en elevar las tasas de impuesto, particularmente a quienes más tienen. Hay que mejorar las finanzas públicas. Todavía hay algo de margen para aumentar la recaudación, pero creo que más tarde que temprano habrá que pensar en un nuevo diseño de política fiscal de tipo progresivo.
P.– La próxima presidenta ha dicho que mantendrá, e incluso ampliará la ayuda social, esto sin generar déficit. ¿Es posible?
R.– Creo que sí se pueden mantener, y para no generar un déficit que comprometan las finanzas públicas, tendrán que pensar en la parte fiscal. Hablamos de que México es uno de los países donde el Impuesto sobre la Renta es de los más bajos en América Latina y en el mundo. Necesitamos incrementar este tipo de impuestos, gravar las ganancias que hay en la Bolsa de Valores. Tal vez no lo va a plantear ahorita la presidenta Sheinbaum, pero en algún momento habrá que pensar también en la banca. La banca, que está muy a la expectativa de qué va a pasar, de que no se les toque, necesitan pagar los impuestos en función de la ganancia que generan en el país. Si se comparan los niveles de ingreso que la banca obtiene en México respecto de lo que obtienen en sus casas matrices, son mayores aquí. Entonces creo que sí hay margen, en la medida que se empiezan a buscar estas fuentes alternas de recaudación, que además se recaudan en todo el mundo. Aquí no, porque venimos de una tradición, de una suerte de maridaje entre el poder económico y el poder político en el cual, al menor intento de modificar la estructura fiscal, contestan los empresarios como están contestando ahorita, y empiezan a presionar.
México sigue siendo una buena apuesta de negocios. Inclusive después de la pandemia se abren nuevas posibilidades, porque en la medida que hay un proceso de ruptura de las cadenas globales de valor y de las cadenas de producción, empiezan a generarse procesos de regionalización, y México se convierte en un buen lugar para empezar a cortar las cadenas de producción y tender puentes no solo en la gran fábrica de América del Norte, sino hacia América Latina. México se puede convertir en un importante productor de distintos elementos que se están demandando hoy en día. En síntesis, todavía hay margen para seguir mejorando la recaudación, pero en algún momento se tendría que pensar en tratar de avanzar en una reforma fiscal.
P.– Lo que dice es que no hay razones para que los empresarios entren en pánico.
R.– No las hay. Eso es justo contra lo que tenemos que luchar, esta versión agorera del desastre, del “viene una crisis mayúscula”. Los fundamentos que tiene la economía, de tasa de inflación, tipo de cambio, inversión extranjera, etcétera, dan un margen amplio para pensar que hay seguridad para que los empresarios estén tranquilos.
Tomado de Vanguardiamx