Por: Alfonso G. Miranda Guardiola
El padre Rector no quería platicarle a sus seminaristas acerca de su historia vocacional. Pero, ¿por qué no nos la quiere contar? Insistían los jóvenes de entre 15 y 25 años. Pues no me entenderían, contestaba el espigado e inteligente sacerdote, allá por los años 90´s, cuando sucedía esta anécdota. ¿Por qué no? replicaban los semis, que querían a como diera lugar, conocer su historia. Qué, ¿a poco es muy difícil entenderla? No, lo que pasa es que no es como ahora, hoy es muy diferente, ustedes entran más grandes al seminario, algunos ya con prepa o carrera universitaria, en mi tiempo no era así, se entraba muy pequeño, siendo niños. A mí me habló Dios, como Dios llama a los niños.
¿Cómo es eso, padre?
Bueno pues ahí les va, se acomodó en el sillón de la primera división del seminario menor, y con su ronca voz y su tonito característico, comenzó a platicarles: Pues yo tenía nueve años, la verdad, allá por 1960, cuando veía que a los niños que iban al seminario y sacaban buenas calificaciones, les ponían una estrellita en la frente, y yo dije, yo también quiero una, y fue la primera motivación que tuve para entrar con mucha ilusión al seminario. Así de simple. Ya dentro en la formación, tuve que descubrir cómo el llamado de Dios iba cambiando de forma, y yo tenía que entenderlo y decidir, año tras año, si lo aceptaba y lo seguía.
Al paso del tiempo, este líder y carismático sacerdote, que empezó a ser Rector desde muy joven, llegó a ser un importante obispo en nuestra Patria, hasta el día de hoy. Y ya han pasado 65 años desde aquel, primer llamado infantil.
En la sacristía.
¡Padreee! ¿Y los seminaristas juegan fútbol? Preguntaba un monaguillo inquieto, justo antes de empezar la misa, a insistencia de los feligreses de la parroquia que lo animaban a entrar al seminario, pues lo veían desde muy pequeño sirviendo al altar con su roquete blanco y su sotana roja, aunque en ese momento sólo tenía 13 años. Sí, los semis juegan fútbol, y bastante bien por cierto, respondía el paciente sacerdote. Pero, ¿tienen canchas en el seminario? Sí, varias y muy buenas. Y, ¿cada cuándo juegan? Pues todos los días, perooo, ¿vas a entrar o no, al seminario, muchacho? Contesta el señor cura ya con el apuro por comenzar la misa. Pues todavía no lo sé, padre, lo estoy pensando, porque quiero ser también futbolista. Hoy este niño ya es seminarista de teología.
Sin recato.
Una familia humilde acudía a la misa que un servidor celebraba en la Basílica de la Purísima en Monterrey, los últimos dos años antes de venirme a la Diócesis de Piedras Negras. Su tía llevaba a misa a una niña de 10 años, y a dos niños, uno de 8 y otro de 6. Un buen día me manda un video esta señora, y me dice: mire a Julian, está celebrando misa en la casa.
En el video aparece el niño con una especie de capa de color verde, que hacía las veces de casulla, una pequeña bufanda como estola, y una tapa de cartón morado sobre la cabeza, por supuesto, igual que el obispo al que él veía los domingos. Y no solo sus hermanos leían las lecturas de la misa, si no que se sentaban a escuchar con atención y devoción la homilía, que el niño, se memorizaba y replicaba de palmo a palmo. Ponía su altarcito, con su mantel y sus velas, su Biblia, dos vasos de plástico que servían, como copón y cáliz, y pedacitos de galletas, como sus hostias, sobre un platito para taza de café, sin faltar el repique de las campanas llamando a misa, haciendo sonar un tubo en el marco de fierro de la ventana. Por supuesto que el niño decía que quería ser sacerdote, aunque solo tenía 8 años. Dos incidentes pasaron, el primero, un buen día, al no encontrar el cartoncito oscuro que se ponía sobre su cabeza, vio otro de color blanco, y sin falsas modestias, no dudó en ponerse ese día una capa blanca y pasar en ese instante, de obispo a Papa, poniéndose el solideo blanco y celebrar su misa pontifical. La segunda fue que, como no tenían suficiente dinero para pagar el transporte que los llevara a la misa todos los domingos. La tía les dijo, este domingo no vamos a ir a misa porque no hay dinero para el camión. Ah no, protestó Julián, si no pueden ir a misa con el obispo, no hay pretextos para no ir a mi misa, así que siéntense todos que ya vamos a empezar. Hoy apenas va a cumplir 11 años.
No esperen a que los niños entiendan lo que es ser sacerdote, teológicamente hablando, ni mucho menos, qué es la vocación sacerdotal, si tiene alguna curiosidad o inquietud hacia el sacerdocio, no lo desanimes, aunque quiera ser Papa u Obispo desde el principio, ya aprenderá que primero hay que ser laico de a pie, seminarista todo terreno, y sacerdote 4×4, en los barrios, en las periferias y en el desierto.
El autor es Obispo de la Diócesis de Piedras Negras