Por Alfonso G. Miranda Guardiola
Aquella mañana del 25 de abril del 2023 acudíamos muy temprano 40 obispos de la Zona Norte de México, a nuestra reunión con el Prefecto del Dicasterio para los Obispos y Presidente de la Comisión Pontificia para América Latina, en su sede ubicada en el número 1 de la Via della Conciliazione, cerca de la Plaza de San Pedro. Ahí nos recibiría el Cardenal Prefecto Roberto Prevost. Fue una charla de trabajo donde pudimos apreciar, como primera cualidad, su sencillez. Dos años después sería elegido Papa, y su nombre sería Leon XIV.
Esta misma sencillez la manifestó en la homilía a los cardenales el 9 de mayo del 2025, en la Capilla Sixtina, un día después de haber sido elegido Papa, hablando sobre la frase dicha por San Ignacio de Antioquía momentos antes de sufrir el martirio: “en ese momento seré verdaderamente discípulo de Cristo, cuando el mundo ya no verá más mi cuerpo”. Lo que significa en palabras del nuevo Papa: “desaparecer para que permanezca Cristo, hacerse pequeño para que Él sea conocido y glorificado (Jn 3,30), gastándose hasta el final para que a nadie falte la oportunidad de conocerlo y amarlo”.
Tuve la oportunidad de dar clases en el seminario de Monterrey, a un año de ser ordenado sacerdote (1999), y una asignatura que me encomendaron fue Magisterio Social de la Iglesia, donde pude leer y enseñar acerca de la Encíclica Rerum Novarum, escrita por el Papa León XIII, en 1891, y que habla sobre la situación de los obreros, sus salarios de miseria, sus jornadas excesivas, y sus viviendas precarias, y la necesidad de una vida familiar digna. Este pensamiento me apasiona, al pensar que el Papa León XIV, pueda continuar esta línea y distinguirse también por esta preocupación social, por la defensa de los obreros y obreras de las maquiladoras, industrias y comercios, de los mineros, de los campesinos, y alce la voz, por los salarios hoy también de miseria que no les permiten tener una vivienda digna y un tiempo suficiente para compartir con su familia.
También me entusiasman sus primeras palabras que hablaron de una paz desarmada, de crear puentes, de justicia y de unidad, ésta última, resaltada por el consenso rápidamente alcanzado por los 133 cardenales, al escoger al sucesor de Pedro.
Destaco su cercanía con el Papa Francisco, muy amigos desde Argentina, quien lo designó en 2014, obispo de una Diócesis humilde del Perú, Chiclayo, donde pudo conocer en carne propia las duras realidades de la pobreza, violencia y marginación (extendidas por toda América Latina), país que ya conocía desde sus andanzas como joven misionero, años atrás. Después de lo cual lo llamó a estar más cerca de él, lo puso en un puesto clave, donde conocería y sería conocido por todos los obispos del mundo, y no me extrañaría, que con ello les haya hecho un guiño, como diciéndoles: “éste es el bueno”.
Por este motivo, estoy convencido que será un continuador creativo de la obra del Papa Francisco, habiendo visto y aprendido de él, su gran sensibilidad hacia los migrantes, desposeídos, su revolución de la ternura, su insistencia en la misericordia, y la necesaria salida y apertura de la Iglesia hacia todos.
Por cierto, ya vi que monta a caballo. Por lo que tendré que ponerme las pilas, ya que aquí en mi diócesis, muchísima gente lo hace, y no me han faltado atrevidas invitaciones para cabalgar en las innumerables cabalgatas que aquí se hacen. Aunque solo me he subido a una carreta. Y no vaya a ser que venga el Papa León XIV a visitarnos y qué vergüenza que yo no sepa montar. Así que se aceptan instructores (favor de traer dos buenos caballos, uno mansito por favor jeje).
El autor, es Obispo de la Diócesis de Piedras Negras, Coahuila.